El Lomo o Carne a
la Stroganov
Lomo a la Stroganov
El lomo o carne a la Stroganoff es un clásico de la cocina con pretensiones,
será por el apellido ruso que le dio el nombre, máxime si era el de un conde o
integrante del entorno zarista en tiempo de su central esplendor o de un médico
al servicio de la misma aristocracia o, en el peor de los casos, de un buen
cocinero al servicio un emperador. Como de costumbre entramos en una nebulosa
histórica.
El ingrediente clave de la receta es la crema ácida, cosa muy
difíciles ahora de encontrar, y una carne tierna, en su origen fue de cordero. Pero
ya en Rusia se venían combinado estos dos elementos desde el Medioevo. Lo
sorprendente que el plato se difundió rápidamente desde San Petersburgo luego de
la caída de los zares al mismo territorio ruso y a rincones alejados como China
y Estado Unidos, cada uno complicando a su manera la receta original.
Me permito hacer una pequeña descripción de la nobleza Stroganoff, pues además
de ser un plato bien logrado tomó súbita notoriedad por el apellido de un
integrante de ella.
La familia Stroganoff o mejor dicho Stroganov (Stroganoff es un francesismo
de Stroganov) está íntimamente ligada a la historia de Rusia desde el
Medioevo hasta la revolución comunista. El antepasado principal era un rudo
mercante, aventurero y conquistador, que se aseguró el monopolio del
comercio de sal y una gran intervención en el comercio de cereales, forraje
y perlas en la época de Iván IV el Terrible, zar de Todas las Rusias
(1547-1584), logrando hasta un atestado de posesión de la Siberia con el
compromiso de colonizarla. Se inició así una de las más grandes empresas de
conquista de la humanidad. De esta empresa serán protagonistas los cosacos,
los campesinos rusos o ucranianos huidos de la esclavitud de la gleba (el
campesino estaba afectado a trabajar la tierra por heredad, aun cambiara de
dueño) que fundan en la inmensa estepa comunidades militares bajo la guía de
elegidos coordinadores. Reconocidos por el poder del Zar se emplearon
principalmente como tropas limítrofes contra los turcos, tártaros y polacos
entrando en la epopeya de ilustres escritores rusos. A los cosacos siguieron
los colonos y los comerciante dedicados a la caza de la marta cibelina, un animal cuya
piel era ambicionada por los nobles y adinerados para confeccionar hermosos
y sobrecargados sacos de piel.
En el 1851, el capitán electo, el atamano Ermak, por encargo de los
Stroganov avanzará con ochocientos soldados a pies por la Siberia desde
occidente hasta el río Irtysh sometiendo al canato tártaro de Sibir. Las
ciudades se desarrollaron alrededor a un fuerte (ostrog). En el 1610 los
cosacos llegaron a la boca del río Ienissei fundándo las ciudades de Tomsk
(1604), Ienisseisk (1619), Krasnojask (1628) e Irkutsk (1652) a la
confluencia del Angara y el lago Bajkal. En el 1640 se llegó hasta el Lena y
en 1648 se descubrió el estrecho ahora llamado de Bering. Con la conquista de
la Siberia y con el tratado entre China y Rusia determinado los límites
entre los dos imperios, la fortuna de los Stroganov se incrementará con el
comercio de pieles: los pueblos sometidos entre ellos los cosacos y tártaros
pagaban sus tributos con pieles y todo el extenso territorio se volvió una
vera y propia mina de preciada mercancía. En San Petersburgo luego se
exhibían los más lujoso ‘zibellini’ entre los integrantes de la corte
imperial. Los cazadores y comerciantes rusos desde el estrecho de
Bering penetraron en tierra americana, Alaska, donde fundaron compañías
junto con los americanos de allí. La Alaska también rica en animales de
piel, pasará a ser parte de Estados Unidos en 1867 comprada por una suma de
7.200.000 dólares.
La familia Stroganov recibió los títulos de nobleza de Pedro el Grande en
1722. Desde entonces su presencia e influencia en la corte de cada zar fue
crucial en la cultura y en la financiación del estado. El propio zar
contrajo débitos con la familia.
Volviendo al plato, la receta más aceptada data del año 1890, cuando en una
competencia de cocina en San Petersburgo, impulsada por el conde Pável
Aleksándrovich Stróganov, famoso general, su chef de cocina la creó.
Yo tengo otra con algo más de necesidad, crear un plato
para un noble casi sin dientes. Resulta que el conde Grigori Aleksandrovic
Stroganoff (1770-1857), importante diplomático y entendido de la buena cocina,
en edad avanzada había perdido muchos de los dientes, entonces recomendó la
primera fase de la de la alimentación a su cocinero que ad hoc creó una plato
cuyo ingrediente principal era la carne, en este caso la más tierna como el
lomo, cortado en tiritas finitas, con cebolla, hongos, crema ácida y estoy
seguro con el agregado de algo espirituoso. El cocinero, por supuesto delegó el
nombre de la receta al noble.
Pero, ¿quién podría haber sido el cocinero? Se habla de Eugene Krantz, no
necesariamente el mismo de Grigori, sino de Alejandro III.
Considerando el entorno histórico de sus tiempos, tenemos que referirnos a
Alejandro III, nacido en San Petersburgo el 10 de marzo de 1845. Era hijo
del Zar Alejandro II, y subió al poder después del asesinado del padre. Su
gobierno fue autocrático y autoritario, defensor de la nobleza y sus
prerrogativas. No muy popular por cierto, de mano dura para frenar las
muchas revueltas de sus súbditos. En 1886 se casó con María Dagmar princesa
de Dinamarca, hermana de la reina Alejandra de Inglaterra. Nicolás II, su
hijo, sería el último zar de Rusia, ahora santo y mártir de la Iglesia
Ortodoxa. Alejandro III restauró el poder absoluto, instituyó la policía
política Ojrana el 1881, la censura previa en 1882. Recortó el poder de las
asambleas provinciales, a los estudiantes a limitaciones individuales e
inició la rusificación en países como Finlandia, Países Bálticos, Polonia y
del Cáucaso.
En el aspecto religioso reprimió las minorías étnicas y a los
judíos culpables según él de la agitación revolucionaria. Los persiguió y
los obligó a emigrar a zonas occidentales y algunos a la Argentina también.
Por eso aquí se los llama ‘rusos, cariñosamente. Impulsó la economía para la
conquista y el poder. Construyó el ferrocarril trancarpiano y comenzó el
transiberiano el 1891. Y todo este poder y riqueza lo ostentaba en la mesa.
Y necesitaba entonces de un gran cocinero que dirigiera un ejército de
colaboradores. La búsqueda de ese profesional estuvo llena de anécdotas,
llegando al más grande, Eugene Krantz (nombre también del famoso director de
vuelo del Apolo 11). El mimo no cuenta en su diario, con muchos comentarios,
interesante y revelador, sus actividades como jefe de cocina del Zar. Habla
de centenares de funcionarios y ayudantes asignados a distintos oficios:
pelar papas, picar cebollas, lavar verduras, extraer jugo a las remolachas,
personal de limpieza. Entre los cocineros había diferentes grados, agrupados
en cuerpos y especialidades. Unos guisaban, otros asaban carnes, otros se
dedicaban a la repostería, pastelería, panadería, seguidos de decoradores y
miniaturistas, artífices de la presentación de los platos y de los postres.
Coordinaban un plantel de profesionales que incluía pintores, escultores,
arquitectos. Todos a la orden de Krantz.
En su diario se habla como cientos de especialistas podían trabajar en conjunto
para una cena de cuatro comensales…
El desafío máximo que tuvo que enfrentar Krantz fue durante el prolongado
viaje del Zar en 1888, en tren desde San Petersburgo, con destino a
Varsovia, Odessa y Sebastopol. Un tren militar muy artillado precedía el
tren imperial con vagones igualmente decorados para lograr la misma
suntuosidad de un palacio. Los vagones destinados a la comida y la cocina
del imperador eran más numerosos que el del propio zar. Siete brigadas con
novecientos cocineros, pasteleros, panaderos, salseros, carniceros,
decoradores, y mucho más. Seguían trenes especiales cargados con insumos
sofisticados, alimentos frescos, manjares exclusivos como caviar, salmones,
carpas, truchas, esturiones, carnes de toda clase, frutas, legumbres. En un
vagón especialmente acondicionado viajaba la bodega real, surtida de los
mejores vinos y licores. El episodio más pintoresco fue cuando el zar
decidió realizar un paseo con comida incluida en un bosque del camino en un
día soleado y oportuno.
El menú de Eugene fue:
Ensalada Ovoschnoy, compuesta de tomates, cebollas, pepinos y smetana,
o salsa
de crema ácida.
Carne de ternera a la Strogonov.
Shaslik, una parrillada al aire libre de carne cortada en cubos y macerada
varias horas en vinagre con cebolla, sal y pimienta, luego ensartado en
palitos de madera, rociado con manteca y dorados al calor de la parrilla.
Bavitinia, una sopa de Metternich.
Croustades a la Lucullus.
Gelatina y huevos glasés.
Vol au
vents rellenos con écrevisses a la crema.
Jamón
de Trambloff.
Aves
en salsa de mostaza.
Carnes
de ternera al Madeira.
Ensalada italiana.
Pasteles daneses rellenos de helado.
Durante el viaje, los Nihilistas, cerca de Sebastopol,
dinamitaron el tren imperial, destruyendo gran parte de las cocinas y despensas.
Los vagones del zar no sufrieron daños y nadie de la realeza sufrió lesiones. En
los vagones donde viajaban los cocineros y ayudantes, cincuenta y tres perdieron
la vida. Mucha consternación y tristeza, confusión y caos, pero la nobleza debía
ser alimentada. Tarea de Krantz, que escogió a los menos magullados y con buena
voluntad para preparar el menú del día. Y fue:
Anguilas del Mar Negro.
Filetes de esturión al vino del Rhin.
Costillas de terneras en su jugo.
Foie
gras con trufas Perigord.
Papas
al la Krantz, cocinadas en agua con su cáscara, se retira la pulpa y
mezclada con salsa smetana y cebollín se vuelve a introducir en las papas,
cuidando la cáscara. Se cubre con un poco de smetana y una cucharadita de
caviar.
Muselina glasé al té.
Humanamente el emperador Alejandro III agradeció la frugal cena al chef Eugene,
por la dedicación y la lealtad demostrada.
De todo
modo, por algo se hacen las revoluciones…
El bife a
la Stroganov hizo también pies firme en Brasil donde se lo llama a la “Estrogonofe”,
bastante alterado, con salsa de tomate y sin crema.
Otra historia más se le
debe a un médico de apellido Stroganoff que ejercitaba su profesión entre
los cazadores de ballenas en el ártico al servicio de la zarina María de
Rusia, hija de Alejandro II. En una cacería donde intervenían el seguido de
la zarina se manifestó una intoxicación de arengues polares así que el
médico ordenó suspender la alimentación a base de pescado con la de arroz y
carne fermentada en crema ácida y cebollas. El paso para crear la receta así
como la cuentan hoy.
Les
sugiero, hacer menos caso a los excesos de los emperadores, a las sangrientas
revoluciones, a los orígenes inciertos, y por un momento disfrutar de una carne a la Strogonov con la
receta de Pasqualino. Distinto de Krantz y por nada famoso, sólo quiere ser
dedicado y leal a todos aquéllos que exploran sus sitios en busca de un sano
comer, simple y fundamental.
Lomo o carne a la Stroganov.
Ingredientes: Medio kilo de lomo, limpio de grasa, tela y cordón, o
carne de ternera. Una cebolla mediana, 50 gramos de manteca, aceite de
oliva. Sal, pimienta, una cucharadita de pimentón algo picante, una copita
de ron, 300 gramos de champiñones cortados en láminas, jugo de medio limón,
150 cl. de crema de leche fresca. Perejil picado.
Preparación: Dedíquese primero a la limpieza de los champiñones, pese a
que absorben un tercio de agua en proporción a su peso, prefiero sumergirlos
en agua fría, luego colarlo bien y cortarlo en laminas. En una sartén
preferentemente de grueso aluminio, ponga a rehogar la cebolla picada con
los cincuenta gramos de manteca y algo de aceite de oliva. Corte el lomo o
la carne en fetas y luego en tiras. En otra sartén, con algo de manteca y
aceite de oliva fría las tiritas de carne, apenas un minuto, vuelta y
vuelta. Aparte la carne en un plato. Con la cebolla trasparentada, agregue
en la primera sartén, los champiñones y saltearlo a fuego fuerte, siga
agregando las tiras de carne, sal, pimienta, pimentón, y la copita de ron u
otra como de vodka, orujo, sherry, whisky. Haga evaporar el alcohol y
líquido. Agregue el jugo de limón y la crema y una cucharadita de perejil
picado. Mezcle y cocine a fuego moderado hasta espesar la salsita que se
formará. A parte hierva 100 gramos de cabellos de ángel al dente o arroz.
Páselos por manteca y sírvalos para acompañar el lomo a la Stroganov.
Espolvoree con perejil para decorar.
Ref. Historia de la Cocina: Ariansen Céspedes.
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