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J.L.B.
- El melón del Maestro
Todavía
veía las siluetas de los odiosos ironizados. Su infaltable bastón no le daba
ningún aire de enfermo. Era un compañero para la elegancia, la modestia, la
sonrisa articulada, la ironía desentendida. Entró al Colvmbvs perseguido por un séquito
desparramado de periodistas (sic) hambrientos para tildar una de esas fallas
que seguidamente buscaban en el ilustre Escritor.
Me pidió un café que yo impacientemente esperé
saliera del pico de la máquina y tembloroso se lo serví.
Seguramente lo notó, porque no sé con qué palabra
serenó mi emoción.
No me dedicó poesía alguna, ni cuento, pero sí
me invito que leyera El Truco: yo le había dicho que
celosamente y casi escondido poseía un libro de sus Obras Completas. Y yo le
obsequié un rápido plato, según pude entrever, para su gusto.
Aquí va la receta...
El melón del
Maestro
Ingredientes: Un
melón Cantalupe a punto, 300 gramos de jamón crudo de la mejor calidad,
pimienta verde para moler.
Preparación: Cortar
el melón en fetas y sacar la cáscara. Envolverlas en otras tantas fetas de
jamón crudo y espolvorearlas con pimienta verde molida al instante. El Maestro
acompañó esta frescura con un blanco medio abocado. ¡Bueno...!
A propósito de mi férrea intención de ofrecer a mis
visitante una cocina sin secretos, nuestro ilustre escritor ya había
evidenciado cómo terminan esta clase de personajes y sus fórmulas mágicas.
El
Alquimista
Lento
en el alba un joven que ha gastado
La larga reflexión y las avaras
Vigilias considera ensimismado
Los insomnes braseros y alquitaras.
Sabe
que el oro, ese Proteo, acecha
Bajo cualquier azar, como el destino;
Sabe que está en el polvo del camino,
En el arco, en el brazo y en la flecha.
En
su oscura visión de un ser secreto
Que se oculta en el astro y en el lodo,
Late aquel otro sueño de que todo
Es agua, que vio Tales de Mileto.
Otra
visión habrá; la de un eterno
Dios cuya ubicua faz es cada cosa,
Que explicará el geométrico Spinoza
En un libro más arduo que el Averno...
En
los vastos confines orientales
Del azul palidecen los planetas,
El alquimista piensa en las secretas
Leyes que unen planetas y metales.
Y
mientras cree tocar enardecido
El oro aquél que matará la Muerte.
Dios, que sabe de alquimia, lo convierte
En polvo, en nadie, en nada y en olvido.
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Prendo la licenza del caso per
offrire la traduzione italiana ai miei conterranei
Fervor de
Buenos Aires
El Truco
Cuarenta naipes han desplazado la vida.
Pintados talismanes de cartón
nos hacen olvidar nuestros destinos
y una creación risueña
va poblando el tiempo robado
con las floridas travesuras
de una mitología casera.
En los lindes de la mesa
la vida de los otros se detiene.
Adentro hay un extraño país:
las aventuras del envido y del quiero,
la autoridad del as de espadas,
como don Juan Manuel, omnipotente,
y el siete de oros tintineando esperanza.
Una lentitud cimarrona
va demorando las palabras
y como las alternativas del juego
se repiten y repiten,
los jugadores de esta noche
copian antiguas bazas:
hecho que resucita un poco, muy poco,
a las generaciones de los mayores
que legaron al tiempo de Buenos Aires
los mismos versos y las mismas diabluras.
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Fervore di
Buenos Aires
Il Trucco
Quaranta carte hanno dislocato la vita.
Dipinti talismani di cartone
ci fanno scordare i nostri destini
e una creazione sorridente
va popolando il tempo rubato
con le fiorite ragazzate
di una mitologia casalinga.
Ai limiti del tavolo
la vita degli altri si arresta.
Dentro c'è uno strano paese:
le avventure dell'invito e dell'accettare,
l'autorità dell'asso di spade,
come don Juan Manuel, onnipotente,
e il sette di ori tintinnante speranza.
Una lentezza selvatica
va rallentando le parole
e poiché le alternative del gioco
si ripetono e si ripetono,
i giocatori di questa notte
copiano antiche bazze:
fatto che resuscita un poco, molto poco,
le generazioni degli avi
che lasciarono al tempo di Buenos Aires
gli stessi versi e le stesse diavolerie.
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Buenos Aires
Y la ciudad, ahora, es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana
sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto;
será por eso que te quiero tanto.
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