Frente a él, en titánica y eterna lucha, la corriente fría proveniente de nuestras Malvinas pugna por doblegar a la corriente cálida proveniente del Brasil. Coincidencia simple que proviene de la pura lógica de la oceanografía física, pero con ojos de historia, homenaje eterno del propio Mar Argentino a la epopeya browniana de nuestra Independencia.
Con coraje criollo
Con el año de 1826 llegarían a nuestra patria sombrías nubes de guerra. El Imperio del Brasil, con una poderosa flota de 80 navíos, penetraba en el Río de la Plata y bloqueaba a la ciudad de Buenos Aires. Pretendía extender sus dominios sobre la Banda Oriental.
Urgidos entonces a recomponer nuestro poder naval, inexplicablemente desmantelado luego de la histórica victoria sobre la escuadra española el 17 de mayo de 1814. De haber acompañado al general San Martín en la campaña libertaria de Chile y Perú y de las brillantes acciones corsarias subsecuentes. Nuestro primer presidente constitucional, Bernardino Rivadavia, volvía a confiar la libertad y la independencia de nuestra patria al almirante Guillermo Brown.
El veterano marino, nacido en tierras en las que también soplan vientos de libertad, volvió a desplegar su valor irlandés y junto al coraje criollo de Tomás Espora y Leonardo Rosales, el 30 de junio y el 11 de julio de ese mismo año (1826), escribirían las páginas más heroicas de nuestra historia naval al derrotar en desiguales combates a la imponente escuadra imperial, en las batallas de Los Pozos y Quilmes, respectivamente.
Aun así, el peligro no había desaparecido, los buques del Imperio del Brasil seguían amenazantes, merodeando nuestras costas. Urgía comprar más naves para nuestra escuadra. Había que reponer a las heroicas “25 de Mayo” y “Congreso”.
A tal fin, Bernardino Rivadavia había enviado a Chile, en misión especial, al coronel Ventura Vázquez para adquirir tres naves de guerra.
Las noticias provenientes de Chile no eran alentadoras, las naves adquiridas habían sido bautizadas así: “Montevideo”, “Buenos Aires” y “Chacabuco”. Zarparon el 6 de agosto de 1826 del puerto de Valparaíso. La “Montevideo” sorprendida por un temporal, debió regresar a puerto; la fragata “Buenos Aires” naufragó en Cabo de Hornos, nunca apareció un vestigio de esa nave o de su tripulación. A su bordo regresaba a la Argentina el coronel Ventura Vázquez. Sólo la corbeta “Chacabuco” llegaría más de dos meses después de su zarpada de Valparaíso.
Esas naves compradas en Chile tenían orden de fondear frente al cabo Corrientes, el punto más oriental de nuestra geografía continental, donde al almirante Guillermo Brown debía asumir el mando de esa nueva división y el coronel Ventura Vázquez regresaría a la Capital para dar cuenta de sus gestiones.
Viaje por tierra
Partiendo en carruaje desde Buenos Aires, el almirante Brown, junto al teniente coronel Francisco Sayós y 40 hombres de escolta, llegó al paraje que hoy conocemos como “Estación Macedo”, el 23 de agosto de 1826. Se alojó en la estancia más próxima a la Laguna de “Mar Chiquita”, propiedad de don Francisco Sáenz Valiente. Con dos botes, él y su grupo establecieron el transporte de víveres y auxilios al Destacamento de la Costa.
Brown, después de una larga espera sobre las piedras del Cabo Corrientes, aquejado por una dolencia física y desalentado por la falta de noticias, regresó a la Capital Federal.
En su lugar quedaron, el teniente coronel Sayós y el piloto Michel que ya había trasladado una balandra hasta el cabo Corrientes y establecido el servicio de guardia reclamado para esperar a las nuevas naves.
Días después de su regreso, el almirante Brown recibe en Buenos Aires la noticia de la llegada de la corbeta “Chacabuco” a nuestro cabo Corrientes. El almirante resuelve entonces alistar la barca “Congreso”, al mando del capitán Guillermo R. Mason; el bergantín “República” a cargo del capitán Guillermo E. Granville y la goleta “Sarandí” comandada por el capitán Juan H. Coe, en ella, el Almirante Brown enarbola su insignia.
El plan del almirante, como siempre, es sencillo y audaz: unirse con esas unidades a la recién llegada “Chacabuco” y dirigirse directo a las costas del Brasil. Si ellos querían la guerra, llevaría la guerra a sus propias costas.
Llega por mar
Zarpan de Buenos Aires el 26 de octubre por la noche (20.45) con viento del S/SE y bajo las narices de los marinos brasileños que con sus poderosas naves mantienen el bloqueo al Puerto de Buenos Aires.
La Sarandí navegó durante la noche sin novedad y en la mañana del 27 se encontró con varias naves enemigas. Como ardid de guerra, el astuto almirante mantenía izada la bandera imperial, sin abrir fuego y rompió el bloqueo y se dirigió rumbo al Cabo Corrientes.
Las otras dos naves debieron regresar a puerto al ser detectadas por los cariocas. La corbeta “Chacabuco” poseía 22 cañones y 150 hombres de tripulación, su comandante era el capitán Santiago Jorge Bynon y se convertía en el primer comandante de una nave de guerra de nuestra Armada que fondeaba frente a lo que hoy es Mar del Plata.
A las 11.30 del 30 de octubre de 1826, el almirante Guillermo Brown, a bordo de la “Sarandí” entró en contacto con la “Chacabuco”.
Aún no nacida, en el brillante amanecer de nuestra historia, el Sol iluminaba a Mar del Plata. Debía nacer como hija dilecta del propio Mar Argentino. Faro, custodia y guía de los intereses argentinos en el mar. Así se inició desde las costas del “Cabo de las Dos Corrientes” otro de los grandes capítulos de nuestra historia naval. Un crucero de guerra memorable, que permitió capturar numerosas naves y crear en el propio Imperio del Brasil, la sensación de un serio obstáculo a la navegación frente a sus propias costas, situación que aceleró la finalización del bloqueo a Buenos Aires.
Del libro de bitácora
Aquel histórico 30 de octubre de 1826, en el libro de bitácora de la goleta Sarandí, el almirante Guillermo Brown escribía:
“… En este momento en que son las 12 del día, acabo de incorporarme con la corbeta Chacabuco, remito a tierra diez soldados que hay en ésta de la guardia de negros que hay en tierra e inmediatamente me dirijo sobre la costa del Brasil, conforme a las instrucciones de V.E.. Al bergantín República y la barca Congreso los perdimos de vista a las 10.30 de la noche de mi salida y no los he vuelto a ver. Me es imposible el poder designar el punto de mi crucero, pues he de operar conforme lo exijan las circunstancias. Dios guarde a V.E. muchos años. Frente al cabo Corrientes, en vela. Octubre 30 de 1826”.
Firmado: W. Brown
Cabo Corriente 1870 ca
Las pude ver
Fue hace más de seis años, la Armada Argentina me había vuelto a distinguir con una comisión para navegar en nuestra hermosa fragata “Libertad”.
Esa esbelta dama blanca de los mares del mundo, que en sus velas abraza y guarda toda la mística de “ser marino”. Habíamos zarpado de la Base Naval Mar del Plata, temprano en la mañana, con fuerte viento del S/SE al comando del capitán de navío Guillermo Keuneke. Navegábamos a vela pura y habíamos llegado a dar ¡14 nudos! El tiempo no era el mejor, había nubes bajas y cortos chubascos. Justo frente al Cabo Corrientes, el paisaje de la ciudad se desdibujaba tras la bruma y las nubes. Sé que fue producto de la emoción de navegar esta hermosa fragata. Sé que fue el sonido del viento silbando en las jarcias. Sé que fue el crujir de las propias velas, quizás mi propio interés en nuestra historia naval… De ello estoy seguro. Pero también estoy seguro de que las vi. Entre las nubes y la bruma, por nuestra amura de babor y recortadas en la costa… ¡Eran la Sarandí y la Chacabuco! Con sus velas henchidas de gloria, como en el óleo que ilustra esta nota, navegando en homenaje a Mar del Plata. Era la historia misma que nos visitaba…, como cada vez que nos visita su propio legado… la “Libertad”.
Por Oscar Filippi
06/11/06
LA CAPITAL de Mar del
Plata