Abrimos
estas páginas dedicadas a las provincias argentinas con “Mi Buenos Aires”,
como ciudad, como estilo de vida, como síntesis y embajadora de toda la
provincia homónima. Comprometidos con la premisa de la página “Argentina”,
también como primera receta, hablaremos de la empanada.
Pero, ésta es muy
especial.
La receta me ha sido sugerida por un
descendiente de una antigua familia de porteños radicados en la Santa María
del Buen Ayre, allí por el año 1774. Del Sr. Julio Salas se trata, asiduo y
aficionado visitante del sitio. Él mantiene todavía en forma directa paterna,
el apellido de aquellos andaluces de Valencia, que luego, se mezclaron con
napolitanos, catalanes, florentinos y sicilianos. ¡Una buena salsa, por
supuesto!
Allá por el 1800, la familia había
adquirido ya una cierta importancia que le daba el derecho y la posibilidad económica
de poseer esclavos, de la tribu de los Mandingas, muy bien tratados y respetados
ciertamente. En el 1813 se decretó la abolición de la esclavitud en Argentina
y en el mismo año también una hermosa niña de raza negra nació en la casa.
Amorosamente fue integrada a la familia y a su servicio. Se le dio el nombre de
Marula, alias de María Magdalena, y vivió hasta cerca de los 100 años, tiempo
oportuno para tener en sus brazos al abuelo de Julio, nacido en el 1885. Se
cuenta que el viejo tenía tan gran cariño hacia con la gran dama negra que a
veces creía amarla más que a su propia madre. ¿Por qué?
Se dice que hacía unas empanadas tan
ricas que la receta se cuidó de no perderse hasta nuestros días... ¡Bueno, no
solamente era esta habilidad que la hacía tan querida!Si bien en casa de los Salas, todavía se habla y se hacen las empanadas
de la “negra” Marula, nosotros le daremos el nombre de empanadas
coloniales, por haber sido elaboradas en aquel tiempo casi exclusivamente
por la gente negra al servicio de nobles familias y también vendidas
tradicionalmente por las calles de la Buen Ayre.
Fiestas Mayas, Charles Pellegrini, 1841 .
Catedral d Buenos Aires
Empanada colonial
Ingredientes-Para la masa:1 kilo de harina 000,400
gramos de grasa de pella, ½ litro de agua con una dos cucharadotas de sal. Para
el relleno: ½ kilo de cebollas de verdeo cortadas enrodajas finas, ½ kilo de cebollas blancas partidas en mitades y cortadas
finas, ½ kilo de grasa de pella (derretirla lentamente, retirar los pellejos y
luego hacer unos exquisitos chicharrones que se guardarán con sal), 1 kilo de
carne cortadas en tiritas a cuchillo (nalga, cuadrada, paleta), 6 huevos duros
picaditos, 200 gramos de aceitunas verdes si carozos, 150 gramos de pasas, 2
cucharaditas de ají molido picante o cantidad según el placer y el gusto de
arder de cada uno,1 cucharada de pimentón,1 cucharadita de comino, 2 cucharadas de vinagre blanco.
Preparación-Masa:Poner la harina sobre la mesa en forma de corona y en el centro colocar
la grasa blanda e ir agregando salmuera hasta obtener un bollo de masa
consistente. Dejar descansar en heladera cubierto con una servilleta, una media
hora. Retomar el bollo, amasar otro poco, dividir en bollitos, estirar y cortar
en discos de unos 13 centímetros de diámetros, o como prefiere.
Relleno:En una cacerola poner a derretir la grasa y rehogar las dos cebollas
juntas. Cuando están transparentes se agrega el ají molido, el pimentón, el
comino y las pasas sin remojar. Retirar del fuego y mientras el todo está muy
caliente se agrega la carne cortada fina en dos centímetros de largo y las dos
cucharadas de vinagre blanco. Se revuelve bien, se deja enfriar y se guarda
hasta el día siguiente en heladera para que este relleno vaya tomando sabor
(tomando rosca, como se dice en la familia Sala).
A la hora de armar las
empanadas, se coloca en cada tapa, una cucharada de relleno, una cucharadita de
huevo duro picado y unos trocitos de aceitunas picadas. Preferiblemente se
cocinan en horno de barro, caliente como el infierno, durante 6 o 7 minutos.
Deben quedar como chamuscadas. Se comen tan calientes como lengua puede aguantar,
enjuagándose la boca en urgencias, con un buen tinto de cuerpo. Durante la
ingesta, abra bien las piernas y curve el tronco. En caso contrario empiece a
juntar plata para la tintorería...
Bifes
a la Gardeazabal
Esta receta tiene verdaderamente raíces
y me ha sido enviada por la esposa de un distinguido ciudadano de Mar del Plata,
la señora Amalia Teresa Cordiviola Gardeazabal, hija de don Napoleón Cordiviola y María Lelia Gardeazabal. El abuelo, el Doctor Narciso Gardeazabal
nacido en Buenos Aires el 24 de septiembre de 1867, fue médico del ejército en
Mendoza y luego enviado a Tostado, provincia de Santa Fe, en un fortín de línea
construido para contener el avance de los indios. Allí se quedó muchos años convirtiéndose
su casa en meca de visitantes importantes. En el 1897 se casó
con Celestina Ojeda, regresó a Buenos Airesen 1929, y aquí se radicó definitivamente. Pero, la gracia de todo eso
es, que si nos remontamos a su árbol genealógico, el primer Gardeazabal, vino
en el 1580 con Juan de Garay, el segundo fundador de Buenos Aires. Todo consta
en un plano catastral de la época, donde Garay otorga al pionero un lote de
tierra, ¡qué hoy está por supuesto en pleno centro! Otro interesante
documento con fecha 7 de febrero de 1812, que la señora Amalia conserva, está
dirigido a otro antepasado y firmado por los integrantes del Triunvirato:
Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea, Juan José Paso y Bernardino Ribadavia.La “b” no es un error, pues Rivadavia firmaba con la "b" larga, antes
que un historiador la cambió por “v” corta.
La receta de la señora Amalia,
“bifes a la Gardeazabal”, se remonta a aquellos tiempos patrios y se enlaza
con sus personajes. Ha sido celosamente transmitida oralmente desde entonces y
su principal actuación era, en momentos de urgencia o improvisación, para
atender rápidamente a relevantes huéspedes; de esta manera se salía del paso
y se agasajaba sabrosamente a los comensales.
Esta es la primera vez que la receta
sale a conocimiento público y agradezco el honor con qué la señora Amalia me
permite insertarla en mi sitio.
Receta
Ingredientes-Para 6 personas: 8 bifes
de lomo cortados de un espesor de 2,5 centímetros (digo ocho porque Rivadavia y
Chiclana repetían) o bifes angostos, 100
gramos de manteca, 16 filetes en aceite de anchoítas saladas, 200 gramos de
aceitunas verdes descarozadas.
Preparación-En una cacerolita,
derretir la manteca e incorporar los filetes de anchoítas picados y las
aceitunas cortadas en rodajitas. Mantener esta salsita caliente. Mientras tanto
asar los bifes a la plancha y servirlos con la salsa esparcida arriba, dejando
lo que pueda sobrar en una salsera a disposición de los comensales. Las papas
hervidas o un puré de las mismas pueden acompañar bien este plato.
Emancipados
Aquel mayo lluvioso y ambiguo de 1810
¿Qué era esta tierra durante el virreinato? Tierra seca. Polvareda
lejana de ganado cimarrón. Jaurías de perros hambrientos. De aquella
heredad infecunda se hizo una patria
Desde aquel 12 de octubre de 1492, cuando los indo
americanos
descubrieron Europa, se establecieron los siglos coloniales. Se
vivía estupendamente en las colonias rioplatenses. Era un país de
jauja, el reino de las proteínas: las vacas y tropillas cimarronas
se acercaban sin malicia, pisando los sembradíos hasta las puertas
del aldeón llamado Buenos Aires. La historia no molestaba, éramos
como ahistóricos, previos a la responsabilidad propia. Nos decidían.
El mundo (con su Revolución Francesa, la flota británica, el mítico
Napoleón) era lejano y ajeno, como la vida de los grandes vista
desde el jardín de infantes. Tampoco nos importunaba la cultura o la
metafísica. Dios estaba siempre a mano, entre San Ignacio, La Merced
y el Pilar. En la confesión de los sábados, la ciudadanía de Buenos
Aires, de Tucumán o de Córdoba quedaba purificada de los pecados,
generalmente los de una sexualidad primaria. Parecíamos una sociedad
diseñada por Botero: una señoría agallegada y rechoncha, como sotas
de naipe. Ellas, según los viajeros, eran más pizpiretas y
ambiciosas, pero ya a los veinte años tomaban aires de matronas. El
ocio mataba. El viajero Essex Vidal observó una generalizada
aversión al trabajo basada "en la creencia de esta gente de que la
esencia de la nobleza consiste en no hacer nada".
No había en Buenos Aires adulterios inquietantes como en Lima. Ni
conspiraciones. Éramos un virreinato tardío y de segunda. El poder
no interesaba. Significaba ser empleado del Cabildo. Éramos la
periferia remota del Imperio, no existíamos, éramos felices como
adanes antes de la serpiente, antes de la "tentación de existir".
Proteínas gratuitas y espacio abierto. Era casi un paraíso: se vivía
en la mesa, se moría en la cama. La protección colonial era total.
Teníamos 200 años de quietud marginal. El mundo era una lejana
historia de horrores. Nos manteníamos preservados de los sobresaltos
de la cultura y de los abismos metafísicos. Nuestro erotismo era
sosegado y matrimonial; casi el encuentro de dos camisones. El Dios
de la iglesia de San Ignacio y de la Mercé cubría con sobras los
espacios de nuestra breve y segura cosmogonía.
Cuenta el viajero Concolocorvo que
vio caer un cuarto de res del carro de un carnicero y que nadie se
ocupó de levantarlo: hubiese costado trabajo quitarle el lodo..
Después del copioso almuerzo de cinco platos (asado de costilla,
pollos y perdices, pescado frito, cordero y puchero), sin contar
entremeses y postres, los porteños caminaban hacia el Cabildo y
desde allí hacia la alameda del Bajo.
Detrás del Fuerte (la Casa Rosada) y desde el alto del roquedal de
tosca de la costa, espiaban las formas de las negras que lavaban
ropa. Observaban el trabajo de los pescadores que arrastraban la red
con dos caballos nadadores. Centenares de pejerreyes eran un vibrar
de plata agonizante que se cargaría en las carretas de los
vendedores.
A veces, en la noche, se acercaba subrepticiamente algún navío
inglés u holandés. Sabían que bajaría el contrabando: licores, ropa
fina, cigarros, cirios perfumados, cuchillos alemanes, escopetas,
anzuelos. Y la pornografía: calzones venecianos, álbumes con los
dibujos de la doncella dormida y el caballero enmascarado, libros de
Voltaire y de Rousseau.
Después, esquivando los pozos en el barrial, volvían para la
tertulia en el café de Marco. Hablaban de toros, de los acomodos en
el Cabildo, de la arrogancia del virrey, de mulatas y comidas.
Luego, la cena en alguna fonda con "cocinero francés".
¿Qué era entonces la Argentina? Tierra seca. Polvareda lejana de
ganado cimarrón. Batallas de ejércitos de perros hambrientos.
Lodazal del litoral: tardes enteras luchando por salir del zanjón.
Cielos de tormenta. Solazos rajantes. Amenaza del indio, del puma,
de la duda. Postas miserables con agua turbia y un apenas de charqui
en la fiambrera.
¡Hacer una patria de aquella heredad infecunda! De aquel espacio que
por entonces era sólo desierto.
En esas distancias, hoy todavía poco humanas, el poder político era
teoría. La espada parecía hacer trazos en el agua: se imponía apenas
el tiempo de asentarse la polvareda del batallón de paso. Luego el
silencio de siempre devorando el ruido de cascos y de vainas de
latón. Otra vez leyendas de tigres cebados, indios irredentos y
jaurías de hasta tres mil perros salvajes persiguiendo las
mensajerías. Traqueteos, tumbos, chiflidos, gritos de postillones y
los pobres abogados, funcionarios y sacerdotes fundadores, con sus
levitas blancas del polvo del erial.
Caer en el Tiempo, ser Historia. No querían saber nada de la
vida colonial. Lo más ofensivo era que más allá del río Colorado
nuestro virreinato de adobe no figuraba en los mapas de las
cancillerías de los países serios del mundo. Apenas una indefinida
segregación transoceánica de España. México, Lima existían con
rostro subimperial, con catedrales, con prestigio. Hasta nuestros
ralos indios carecían del homenaje de historiadores, como pasaba con
los incas, aztecas, mayas, gente de pirámide, alta matemática y
cosmologías.
La presencia de los ingleses prisioneros de las invasiones fue un
revulsivo cultural. Puso en evidencia, sobre todo entre las mujeres,
el hecho de ser "españoles periféricos". Un mundo como irreal, al
margen del Mundo.
La placidez del limbo colonial no daba para más. Los criollos de
entonces ya no respetaban la sabiduría de Cicerón: "No entiendo a
quien estando bien pretenda estar mejor". Querían ser. No más
dejarse estar. Querían a cualquier precio las perversidades,
sobresaltos, deliciosas vanidades del hombre caído en el Tiempo.
Querían ser protagonistas de ese sangriento, pero fascinante
melodramón llamado Historia. Lo lograron a partir de aquel mayo
lluvioso y ambiguo de 1810.
Decidieron nacer, con admirable coraje e irresponsabilidad. Primero
los abogados, sacerdotes revoltosos y periodistas con sus sueños y
odios jacobinos. Por último, los generales definidores, San Martín,
Bolívar, Belgrano, Sucre. Con la insolencia de un vértigo creador se
fabricaron un Estado, una mitología de Nación y hasta una etnia
flamante importada masivamente (de Europa, eso sí, como para
aliviarse de una criollidad sobona, más proclive al estar que al
ser).
Lo cierto es que se arrancaron del desierto y de la molicie y en
tres décadas lograron entrar en el Grupo de los 7 (que existía, pero
que no había sido todavía fundado).
(...)
El autor, escritor y diplomático.
Budín
de pan
Desde la Gran Aldea, fue el
dulce que colmaba el apetito de la gente industriosa, sinherir demasiado su bolsillo. Incrustado enlos menús de las pizzeríasy
comedores económicos de Buenos Aires, junto con el flan casero, el budín de
pan cierra todos los almuerzos del esforzado trabajador de la metrópoli. Con
una cucharada de crema batida o dulce de leche no le tiene envidia al mejor
postre cinco estrellas.Vamos a dar
la receta para hacer un gran budín de pan, de este modo nadie se quedará
afuera.
Ingredientes-1 kilo de pan duro, 1
litro de leche disponible, 400 gramos de azúcar, 10 huevos, 1 vaso de brandy, 250 gramos
de pasa sin semillas, 200 gramos de nueces peladas, 100 gramos de manteca. Para
acaramelar la fuente o budinera: 100 gramos de azúcar, jugo de un limón.
Preparación-Adelántese, poniendo a
remojar en el brandy las pasas y las nueces; si es necesario algo más de
destilado, agréguelo. La maceración puede durar una dos horas.
Desmenuzar todo
el pan con las manos y con la ayuda de un cuchillo,colocarlo en una fuente grande y agregarle tanta leche como sea posible
para ser absorbida. Dejar descansar más de una hora para que la miga se empreñe
totalmente. Ayudase con los dedos de las manos para desintegrar aquellos pedazos
de pan poco permeables.
A este
punto agregar los diez huevos batido, los 400 gramos de azúcar, los cien gramos
de manteca derretida a baño maría o al microonda. Mezclar muy bien y por
ultimo incorporar los elementos remojados con todo el líquido. Mientras tanto o
en un momento anterior, poner la fuente que servirá de budinera o en una
budinera grande, sobre fuego moderado, los cien gramos de azúcar y el jugo de
limón. Cubrir de caramelo, mientras se está formando, el fondo de la fuente
con oportunos movimientos impuestos a la misma. Versar toda la preparación
anterior en la fuente o budinera acaramelada y llevar al horno, a baño maría,
por un lapso de 40 a 60 minutos. Debe resultar dorado en su superficie y puede
verificar la completa cocción, siempre con el clásico palillo o la punta de un
cuchillo: si salen secos, sin masa adherida, el budín de pan está listo para
sacarlo del horno.
Dejarlo enfriar en el ambiente, después, guardarlo con su
contenedor en la heladera por al menos 6 horas. Durante este tiempo algo de líquido
que decanta por naturaleza propia, mojara el caramelo, lo ablandará, empreñará
el budín en la parte del fondo. Entonces es la hora de desmoldarlo,
vistoso como él solo, con algunas pasas o nueces aflorando, y con una invitación
a ser urgentemente cortado, con la clásica cucharada de crema o dulce de leche
arriba.
La
salsa golf
Una salsa en disputa
entre Nóbeles...
Se dice que este plato ha
sido creado en Mar del Plata, por un eximio Ciudadano argentino, durante una
visita a un renombrado campo de golf frente al mar. Al preguntársele como
aderezar distintamente los palmitos, el Químico mezcló una buena salsa
mayonesa con otra como la salsa ketchup. Algunas gotas de buen coñac y otras de
Tabasco habrán coronado el momento mágico de esta salsa que adoptó el nombre
de Golf, por el lugar de los hechos.
Hace pocos días, he tenido la suerte de encontrarme con un sobrino
ahijado del Dr. Oscar Maisto, fundador de la cátedra de endodoncia en
Argentina, y en otros Países como Venezuela, y cuyos libros han sido textos
obligados para todos los odontólogos. Maisto era muy allegado al Dr. Bernardo
Houssay, premio Nóbel de medicina en el año 1947, y cuenta la “verdadera”
historia de la creación de la salsa golf, parecidaal del otro premio Nóbel, de química en el 1971,y discípulo del médico, el ciudadano nombrado al comienzo, el Dr.
Leloir. Yo creo ciegamente en ambos genios, pero aquí hay algo que no
coincide... Cuenta el sobrino, que el Dr. Houssay, asiduo frecuentador del Club
de Golf, en Palermo cerca del lago, habiendo pedido algo con mayonesa, con poca
suerte, pues había muy poca, pidió salsa ketchcup, que mezclándola con la
primera creó otra salsa muy sabrosa y colorida. Como en el caso de Leloir se
apreció enseguida la genialidad del médico imponiéndole el nombre de salsa
golf, en honor al club que frecuentaba. Aquí la receta preferida de los dos...
¡con plena coincidencia!
Palmitos
con salsa golf
Ingredientes
- Una lata de insuperables palmitos, 250 grs. de salsa mayonesa, 50 grs.
de salsa ketchup, gotas de buen coñac, gotas de Tabasco.
Preparación
- Disponga los palmitos
en una fuente; en el centro puede coloque un recipiente chico colmado de la
famosa Salsa Golf cuya preparación consiste en mezclar bien los ingredientes
sobra expuestos.
Perfil de Buenos Aires
Buenos Aires fue fundada dos veces. La primera, por Pedro de Mendoza en 1536.
Cuatro años después, los indígenas obligaron a los españoles a abandonar la
ciudad. La segunda y definitiva fundación se produjo en 1580 por obra de Juan
de Garay.
Su población inicial fue de trescientas personas, pero con el tiempo y el
progreso se transformó en capital del Virreinato del Río de La Plata, enorme
porción del continente que abarcaba lo que hoy son cinco países de Sudamérica:
Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y parte de Bolivia.
A lo largo de su vida esta ciudad, levantada por inmigrantes, ha incorporado
pinceladas de otras, como Madrid, Roma, Génova, Nápoles, París, Londres,
Nueva York. En 1906 sumó su primer millón de habitantes y treinta años más
tarde, inauguró la obra que la identifica: el Obelisco, levantado en el cruce
de las avenidas 9 de Julio y Corrientes para recordar la primera fundación.
Recostada sobre la margen derecha del Río de La Plata (el más ancho del mundo)
es la ciudad capital de Argentina, asiento del gobierno, centro turístico,
científico, cultural y empresario.
"El Abasto", en otros tiempos mercado de frutas y verduras,
alberga hoy un enorme centro comercial y en este barrio, hace casi un siglo, se vio
crecer y triunfar al cantor máximo del tango: Carlos Gardel.
El vínculo de Buenos Aires con su música es más fuerte cada día. Emotivos
escenarios de tango se arman en lugares tradicionales como la calle Corrientes y
la Boca y son ahora lugares de peregrinación para turistas de todo el
mundo. Pero además del quejido de los bandoneones, Buenos Aires ofrece un sin
número de salas de teatro, de cines, vida musical variada, museos, galerías
de arte, paseos de compras, salas de juego, hipódromo, golf, el mejor polo del
mundo y muchos lugares donde deleitarse con el más inolvidable plato de la
Argentina: asado de carne vacuna con achuras. San Telmo, La Boca, Recoleta, Belgrano, son también joyas de esta ciudad mágica,
única, llena de imágenes sorprendentes y variadas, dignas de integrarse a sus
memorias y a sus nostalgias.
La música del tango que
está escuchando es de Carlos Gardel y letras de Alfredo Le Pera:
Mi Buenos Aires
querido.
(1934)
Mi Buenos
Aires querido,
cuando yo te vuelva a ver,
no habrá más penas ni olvido.
El farolito de la calle en que nací
fue el centinela de mis promesas de amor,
bajo su inquieta lucecita yo la vi
a mi pebeta, luminosa como un sol.
Hoy que la suerte quiere que te vuelva a ver,
ciudad porteña de mi único querer,
y oigo la queja
de un bandoneón,
dentro del pecho pide rienda el corazón.
Mi Buenos Aires
tierra florida
donde mi vida terminaré.
Bajo tu amparo
no hay desengaños,
vuelan los años
se olvida el dolor.
En caravana
los recuerdos pasan
como una estela
dulce de emoción,
quiero que sepas
que al evocarte
se van las penas
de mi corazón.
Las ventanitas de mis calles de arrabal,
donde sonríe una muchachita en flor;
quiero de nuevo yo volver a contemplar
aquellos ojos que acarician al mirar.
En la cortada más maleva una canción,
dice su ruego de coraje y de pasión;
una promesa
y un suspirar
borró una lagrima de pena aquel cantar.
Mi Buenos Aires querido...
cuando yo te vuelva a ver...
no habrá más penas ni olvido...
My beloved Buenos
Aires,
the day I see you again,
there will be no more sorrow or forgetfulness
The lamp of the street where I was born
was witness to my promises of love,
It was under its dim light that I saw her
I saw my pebeta as bright as a sun.
Today luck wants me to see you again,
you my beloved city porteña,
and I hear the lament
of a bandoneón,
asking for his heart to be set free.
My Buenos Aires,
land of flowers
where I will spend my last days.
Under your protection
there are no delusions,
years fly by,
pain is forgotten.
In caravan
memories go by
like a trail
sweet of emotion,
I want you to know
that when I call you
sorrow leaves
my heart.
The tiny windows of my streets of
arrabal,
where a young girl gives a smile;
I want to stare once again
at those eyes that fondle with a look.
In the toughest back alley, a song
says its prayer of courage and of passion;
a promise
and a sigh
wiped away a tear of sadness, that singing.
My beloved Buenos Aires,
the day I see you again,
there will be no more sorrow or forgetfulness...
Pebeta
is a lunfardo (slang of Buenos Aires) word, which is the equivalent of "babe" in English.
Ciudad porteña
is Buenos Aires, the "port city." When used as "los porteños,"
it refers to the people of Buenos Aires
La
crisis mundial del treinta agudizó mucho el ingenio de los argentinos,
especialmente en el transporte y en la producción. La frase, atar todo con
alambre, posiblemente, evidencia el último recurso para hacer funcionar la
economía del país escasa de repuestos provenientes del extranjero.
También los menguados bolsillos de los porteños causaban una gran falta de
pasajeros a los vehículos de alquiler de entonces.
En
algún café de la ciudad, como todavía sigue pasando, se reunían grupitos de
taxistas fieles a un viejo bolichero que adecua los precios a los sacrificados
del volante, durante pequeñas interrupción del trabajo. Entonces algunos lo
hacían en Floresta en el cafetín de la calle Carrasco y Rivadavia o Rivadavia y
Lacarra o en ambos, discutiendo las soluciones a la crisis imperante. Figuraban
entre ellos, José García Gálvez, español naturalizado que había sido chofer de
Jorge Newbery, Rogelio Fernández que luego correría con Fangio en TC, los
hermanos Galvez, Lorenzo Porte, Felipe Quintana y alguno más, a los cuales se
les ocurrió la idea de un taxi acondicionado para llevar más pasajeros
individualmente, con recorrido fijo y parada. En síntesis un taxi colectivo.
El
lunes 24 de septiembre del 1928, la primera y funcional unidad comenzó su
recorrido desde el mismo lugar donde se reunían los "tacheros" hasta la
localidad de Caballito por el módico precio de 20 centavos y a Flores por 10; en
taxi les hubiera costado 1 peso.
Otros recorridos se extendían hasta Plaza Once por 10 centavos y hasta Plaza de
Mayo por 20.
A
los ocho y media de la mañana, el primer taxi-colectivo salía de Floresta , de
la esquina de Rivadavia y Lacarra. La iniciativa se amplió dando origen a
competencias, rivalidades, presiones para que se aniquilaran con impuestos y
expropiaciones, violencia. Pero el colectivo superó tos las adversidades
imponiéndose como un medio de transporte económico y confiable,
embellecido con destacados colores y firuletes (lástima la prohibición
posterior).
Una
destacada consideración va de mi parte para el paciente hombre que conduce el
colectivo entre un infernal tráfico, quejas de pasajeros intolerantes,
asaltantes nocturnos, burócratas que quieren regular su vida.
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La Cocina de Pasqualino Marchese
Última modificación:
23 de agosto de 2024